Gaudí decía que «el sol es el mejor pintor». Y realmente, la experiencia dentro de la Sagrada Familia le da la razón. Según la época del año, la hora del día o, incluso, si el día está nublado o soleado, la atmósfera interior cambia gracias a la luz solar. Pero, ¿cómo consigue el arquitecto llenar el templo de color?

Superación del gótico

Cuando se estudia la Basílica y se compara con el funcionamiento de las catedrales góticas, se puede entender la intención de Gaudí de superar este estilo. A nivel estructural, el arquitecto ya consiguió eliminar elementos exteriores, como los arbotantes y contrafuertes, que él consideraba que eran como unas muletas, gracias a la estructura arborescente del interior que ayudaba a aliviar las cargas.

Este mismo espíritu de renovación se ve reflejado con el uso de la luz natural, que penetra en el interior a través de las numerosas ventanas. Muy a menudo, en las catedrales góticas se colocan colores intensos en la parte alta de las vidrieras, ya que desde el exterior el impacto de los rayos del sol es más directo y no se encuentra con muchos obstáculos. En cambio, en las zonas bajas, donde la sombra de los árboles u otros edificios puede tapar la luz, el filtro de color es menor.

En la Sagrada Familia, sin embargo, se prevé justamente lo contrario. Gaudí sitúa las vidrieras de colores intensos y decoradas con nombres de los santos y santuarios en la zona más baja, con el objetivo de que los fieles los puedan leer. En cambio, prescinde de la policromía y las inscripciones en los ventanales superiores para que el sol ilumine bien las bóvedas decoradas con mosaicos y se destaque su gran altura, reforzando así la sensación de verticalidad y la voluntad del arquitecto de acercar el templo al cielo.

Foto del interior de la Basílica donde se ve la diferencia entre las vidrieras inferiores, llenas de color, y los ventanales blancos de la parte superior

Colores fríos y cálidos

Otro aspecto importante que Gaudí tuvo en cuenta para iluminar con luz natural el interior de la Basílica es la trayectoria solar a lo largo del día debida a la rotación terrestre. En el caso de las vidrieras, utilizó tonos fríos y cálidos en función de la posición del sol y la orientación cardinal de la Basílica para crear una experiencia lumínica cambiante y cargada de significado.

El sol de la mañana entra por el este, donde se ubica la fachada del Nacimiento, que es el inicio de la vida. Es por ello que los cristales que dan a esta parte son de tonalidades frías y azuladas, como corresponde a la luz del amanecer. En cambio, el sol de la tarde se marcha por el oeste, donde se encuentra la fachada de la Pasión, que marca el ocaso del día y de la vida. Por lo tanto, los cristales que dan a esta parte son de tonalidades rojas y anaranjadas, como la luz del atardecer.  

De esta manera, con luz y color, Gaudí explica el nacimiento y la muerte de Jesús y crea una atmósfera que invita al recogimiento y a la oración.

La proximidad a los solsticios, un espectáculo de colores

Las vidrieras de las naves no solo tienen en cuenta la trayectoria solar diaria, sino también cómo cambia la luz a lo largo de las estaciones del año. El giro diario de la Tierra sobre un eje inclinado con respecto a la trayectoria del planeta alrededor del sol hace que los días se alarguen o se acorten. Esto hace que en el hemisferio norte haya más horas de luz en verano, ya que el sol sale antes del este, y menos en invierno, porque el sol se pone antes de llegar al oeste.

El espectáculo de colores del interior de la Basílica se intensifica durante dos momentos al año gracias, precisamente, a esta trayectoria solar y la exposición de la luz. En verano, al salir el sol antes del este, durante las primeras horas de la mañana los rayos solares entran de forma más directa por las vidrieras del lado del Nacimiento, casi perpendicularmente. En cambio, en invierno, al ponerse el sol antes de llegar al oeste, los rayos penetran rectos por las vidrieras del lado de Pasión. Véase el siguiente dibujo explicativo:

Dibujo donde se muestra la trayectoria solar a lo largo del día y las diferentes estaciones del año en relación con la orientación cardinal de la planta de la Basílica

Este fenómeno se produce especialmente durante las semanas próximas a los solsticios: El 20 y el 21 de junio en verano y el 21 y el 22 de diciembre en invierno. Al ser los rayos tan horizontales y perpendiculares a las vidrieras, a las horas de salida y puesta de sol los rosetones se proyectan cada uno sobre las columnas y el módulo de bóveda que tienen enfrente. El efecto es, realmente, impresionante.

De la tricromía al vidrio emplomado

Tal y como se explica en El temple de la Sagrada Família d’Isidre Puig Boada, Gaudí busca un vidrio limpio y puro, sin rayas, esmaltes o pinturas que lo ensucien y le resten los matices que aporta la luz. Una muestra de esta intención la encontramos en la restauración de la Catedral de Palma de Mallorca, un trabajo que al arquitecto le sirvió para ensayar un sistema innovador: la tricromia.

En 1999, el artista Joan Vila-Grau comenzó el proceso de elaboración de las vidrieras de la Basílica, proyecto al que se dedicó durante más de veinte años. Vila-Grau, que por encima de todo se consideraba pintor, usó el vidrio emplomado, una técnica diferente de la tricromía, poco desarrollada por Gaudí, y que permitía hacer realidad la voluntad del arquitecto teniendo en cuenta los criterios de ventilación, durabilidad y complejidad que requería el proyecto.

El plomo, sin embargo, no solo ayuda a la sujeción, sino que también es un elemento fundamental de la composición, ya que le aporta ritmo y dinamismo. Esto se puede ver muy bien en las vidrieras blancas de los niveles superiores, en las que se utilizan solo vidrios transparentes, pero con texturas variadas. De este modo, si en la parte baja es el color del vidrio lo que da luz de color al interior, en lo alto es el grosor irregular de las texturas cambiantes lo que hace que la luz blanca se refracte y se descomponga en toda la gama completa de colores que contiene.

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Tricomía:: método que consiste en superponer cuatro grosores de vidrio, uno por cada color primario (amarillo, azul cian y magenta) y el blanco. Con un ácido se rebaja la intensidad de color de cada vidrio en función de la tonalidad que se quiere conseguir. Por ejemplo, si se quiere un verde, se suaviza el rojo y permanecen intensos el amarillo y el azul, y de estos dos, se rebaja más el amarillo si se quiere un verde más oscuro o el azul si se quiere un verde más claro

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Joan Vila-Grau (Barcelona, 1932-2022): artista dedicado profesionalmente a la pintura, la cerámica y las vidrieras. Interesado por la renovación del arte litúrgico, se especializó en el estudio histórico de las vidrieras de Cataluña y en la creación de vidrieras contemporáneas.

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Vidrio emplomado:técnica que consiste en encajar piezas de vidrio de diferentes colores mediante una estructura de plomo en forma de H que permite unirlas y facilitar su movimiento, dilatación y resistencia.