Antoni Gaudí siempre tuvo muy presente el canto en el proyecto de la Sagrada Familia. En este artículo descubrimos con Umberto Viotto y Narciso Laguarda, arquitectos de la Junta Constructora, cómo imaginó Gaudí el espacio de cantorías (las tribunas dedicadas a los coros) y su acústica, cómo quería que fuera la distribución de los cantores y, también, sus gustos musicales y la relación que tenía con Lluís Millet y el Orfeó Català.

Un canto que llena el templo

Gaudí quería que la voz de los cantores envolviese el interior del templo para manifestar la presencia de Dios. Por eso situó los coros alrededor del recinto, cerca de los fieles, a 15 y 20 metros sobre el suelo. La altura permite aprovechar mejor el espacio y que los cantores vean bien el altar y la persona que los dirige, desde cualquier punto de la nave. Además, como dice Umberto Viotto, las bóvedas hiperbólicas actúan de altavoz, es decir, el techo refleja la voz y la dispersa hacia los fieles, como la luz, para que la palabra de la liturgia llegue a todo el mundo. Antes de hacerlo en la Sagrada Familia, Gaudí ya probó este efecto acústico en el púlpito que diseñó durante las obras de restauración de la Catedral de Mallorca, el cual incluía un altavoz de piedra encima que servía para amplificar el mensaje del orador.

Réplica del altavoz que diseñó Antoni Gaudí para la Catedral de Mallorca (izquierda). Bóvedas sobre las cantorías que reflejan la voz y la dispersan por la nave (derecha)

«La palabra, que es el tiempo y el vehículo de la oración, no puede faltar en el templo, y en él tendrán gran importancia los lugares destinados a coros de hombres, de mujeres (gineceo) y de niños. La palabra dominará la música».

Cèsar Martinell. Gaudí i la Sagrada Família explicada per ell mateix (pàgina 77)

A nivel acústico, también cabe destacar la importancia del claustro. Tradicionalmente, este espacio se emplazaba adosado a uno de los laterales de las iglesias o monasterios, pero Gaudí quería que rodease la Basílica, porque lo concebía como un lugar de aislamiento del ruido de la ciudad y de oración antes de acceder al interior.

Perímetro del claustro de la Sagrada Familia

En cuanto a la distribución, tal como se explica en los Àlbums del Temple, Gaudí situó los coros de mujeres (gineceos) siguiendo el trazado de las fachadas de las naves laterales y de la fachada de la Gloria, es decir, en forma de letra u. Por encima, a 30 metros, previó otro espacio de cantores, mientras que sobre el deambulatorio que circunda el presbiterio, en el ábside, ubicó las voces blancas (las de los niños). Completando los coros, también describe un lugar situado en el cimborrio central, a 45 metros, destinado a la capilla de la música del templo, entre cuatro órganos. Por último, sobre la puerta principal, Gaudí previó un podio o balcón, conocido como el Jubé, para el canto de las bendiciones.

En total, previó espacio para más de mil voces que, durante las celebraciones, se debían fusionar con los cantos de los fieles situados debajo. «Es necesario que el pueblo participe en los cantos de la Iglesia», explica Gaudí a Joan Bergós, ayudante y amigo suyo, en el libro Antoni Gaudí. L’home i l’obra.

Igualmente, en conversaciones con Gaudí, Isidre Puig Boada, arquitecto colaborador y discípulo suyo, escribe que en el interior se debía representar el himno final de las oraciones que tradicionalmente se cantan a lo largo de una jornada (matines, laudes, vísperas y completas), distribuidas en el templo en función de la trayectoria solar a lo largo de un día. A estos cánticos de las horas ya citados por Gaudí se han añadido los del año litúrgico, con los del Adviento, Navidad y Cuaresma situados en el lado de Nacimiento y los de la Pascua y Pentecostés situados en el lado de Pasión, según explica Narcís Laguarda.

Las partituras de estos cantos gregorianos se materializan en las barandillas de las cantorías, en forma de tetragrama. Además, sobre cada uno de los doce tramos de gradas, se ubicará el título que servirá para identificar más fácilmente cada canto, aunque de momento solo se puede leer uno: «Veni creator Spiritus».

Cantorías de la nave lateral, junto a la fachada del Nacimiento (izquierda). En las barandillas de las gradas están las partituras de los himnos litúrgicos como tetragrama y, sobre estas, se lee el título «Veni creator Spiritus» (derecha)

Cantorías sobre el deambulatorio reservadas a las voces de los niños

Capilla de música: conjunto de músicos que servían en una institución, como una catedral o una corte. También se refiere a la forma de interpretar música solo con la voz, sin instrumentos, conocida como canto a cappella («capilla», en italiano), y su origen se relaciona con la práctica de cantar sin instrumentos en las iglesias.

Tetragrama: conjunto de cuatro líneas paralelas horizontales utilizado antiguamente en la notación del canto gregoriano.

Referentes musicales de Gaudí: regreso a los orígenes

Como hemos visto, uno de los objetivos de Gaudí para la Sagrada Familia era acercar la música religiosa a los fieles, siguiendo la tendencia promovida por el papa Pío X (1835-1914) en el motu proprio Tra le sollecitudini. Para ello, el arquitecto quería volver a los orígenes, al canto gregoriano, la música tradicional de la Iglesia católica de origen medieval, y al canto popular catalán; dos referentes musicales que compartía con su amigo Lluís Millet i Pagès, director y fundador del Orfeó Català. Probablemente, su relación comienza a raíz de las visitas del arquitecto a la iglesia de Sant Felip Neri, donde Millet era director de capilla. Los dos amigos también se reunían en la Sagrada Familia, como se observa en estas fotografías:

La afinidad musical de Gaudí y Milllet se hace patente ya en 1916, cuando asisten al primer curso de canto gregoriano en el Palau de la Música Catalana. «Es en este momento cuando el arquitecto descubre los cantos tradicionales de la Iglesia o la liturgia de las horas, unos conocimientos que luego quiso representar en la Sagrada Familia», expone Laguarda. De hecho, se conserva una fotografía con los asistentes al curso, impartido por Gregorio Maria Sunyol, monje de Montserrat.

Asistentes al curso superior de canto gregoriano realizado en el Palau de la Música en 1916, entre los que se encuentran Lluís Millet y Antoni Gaudí. Fuente: Centro de documentación del Orfeó Català

Antoni Gaudí también sentía afinidad por el Orfeó Català de Barcelona,, una agrupación coral fundada en 1891 por su amigo con el objetivo de difundir el repertorio coral catalán y universal. El 29 de junio de 1922, en una visita al Palau de la Música, coincidiendo con el Día de San Pedro, demostró su aprecio hacia esta agrupación cuando le pidieron que firmara en el libro de oro de la entidad. El arquitecto, a quien le gustaba dibujar, improvisó una alegoría de Orfeo (héroe de la antigua Grecia), tocando la lira y rodeado de animales. Bajo la ilustración, que se conserva en el archivo de la agrupación, escribió la siguiente dedicatoria: ,«En el cielo todos seremos orfeonistas».,

Dedicatoria de Antoni Gaudí en el libro de oro del Orfeó Català. Fuente: Centro de documentación del Orfeó Català

Gaudí también forja una amistad con Joan Baptista Serra de Martínez, arquitecto y colaborador suyo en obras como la Casa Vicens. En el libro Gaudí i la música, Serra de Martínez, que era maestro de capilla en Sant Just i Pastor, explica que el arquitecto de la Sagrada Familia había visitado la parroquia en alguna ocasión para escuchar los ensayos de canto popular. En este mismo libro, también se reproduce una anécdota curiosa entre Gaudí y Lluís Millet. Fue un día que deambulaban por la Basílica, cuando el director del Orfeó le preguntó a su amigo qué le había parecido la representación de una pasión de Bach en el Palau de la Música. El arquitecto, que no era un gran aficionado a los compositores alemanes, mostró su admiración hacia la obra y añadió: «Me parece, sin embargo, que me ha gustado tanto, porque vos, amigo Millet, la habéis arreglado un poco» (Gaudí i la música. Joan Baptista Serra de Martínez, página 33)

La relación Gaudí-Millet duró hasta la muerte del arquitecto, el 10 de junio de 1926, tres días más tarde de que fuera atropellado por un tranvía. El compositor fue uno de los encargados de acompañar el ataúd durante la procesión fúnebre que recorrió las calles de Barcelona desde el Hospital de la Santa Creu hasta la Sagrada Familia; caminando a su lado como tantas veces había hecho. Una vez en la Basílica, Millet homenajeó a su amigo dirigiendo el Orfeó Català, que interpretó el Requiem de Tomás Luis de Victoria, uno de los músicos más representativos del Renacimiento español.

Este 21 de noviembre se ha hecho en el interior de la Basílica un concierto internacional con la Escolanía de Montserrat, el Copenhaguen Boys Choir y el Tölzer Knabenchor de Baviera. Ha sido una nueva ocasión para llenar la Basílica de cantos, como quería Gaudí. En esta ocasión, sin embargo, los coros no han ocupado las cantorías, que se reservan para ocasiones muy señaladas.