Gaudí decía que «el sol es el mejor pintor». Y, realmente, la experiencia dentro del templo hoy en día le da la razón. Dependiendo de la época del año, la hora del día e, incluso, si se trata de un día claro o nuboso, el ambiente interior puede trasmitir alegría, calidez explosiva, frialdad o melancolía. De este modo, se trata de una sinfonía de colores cambiantes que cubre un gran abanico de emociones, todo ello gracias a las vidrieras. Sin embargo, en el proceso para crearlas resulta necesario buscar un equilibrio adecuado entre el respeto a los criterios que establece Gaudí y la consideración de las técnicas y sistemas actuales de realización de las vidrieras.
En lo que respecta a los criterios de Gaudí, es necesario tener en cuenta diversas cuestiones. Por un lado, se debe ser consciente de que no desarrolló el tema lo suficiente ni llegó a ninguna conclusión, quizás por el hecho de que las vidrieras son una parte final de la obra, más propia de la fase de acabados y todavía muy alejada de la fase de construcción básica que Gaudí ocupaba por entonces. Por otro lado, hay que considerar que inició una investigación acerca de las vidrieras, buscando siempre un diseño muy sano, muy limpio. No le gustaba el uso de grisallas, esmaltes o pinturas, así como las pinceladas que ensucian y restan luz. Su experiencia con vidrieras de cuatro grosores (tres colores primarios y blanco) es una muestra de esta voluntad de aportar profundidad a las figuras, siempre sin ensuciar la vidriera.
UNIDAD Y DIVERSIDAD
Joan Vila-Grau, artífice de las vidrieras del templo, nos explica que, aunque cada vidriera es diferente, está presente un sentido de conjunto que se consigue gracias a unos criterios generales en todo su proceso creador. Este está influenciado en cada vidriera por el tema iconográfico que le corresponde, aunque también, y sobre todo, por la orientación cardinal y el tipo de luz que recibe, así como por la obra construida en su entorno, tanto interior como exterior.
El hecho de que los principios generales sean los mismos y de que siempre se tenga tan presente la orientación y la luz de cada vidriera, ha conseguido que al final estas se perciban como una obra unitaria. Cada vidriera es una obra singular, aunque todas juntas también suponen una obra de mayor envergadura. De este modo, en las naves, las diversas vidrieras en continuo con similar orientación y luz podrían haberse repetido, pero la visión del conjunto motiva su diseño teniendo en cuenta un degradado global desde el crucero y hacia la fachada de la Gloria. En el lado de Nacimiento, los amarillos se transforman en verdes y, finalmente, en azules intensos, mientras que en el lado de Pasión la transformación va del amarillo a los naranjas más rojizos.
¿FIGURATIVISMO O NO?
Se tuvo que decidir si las vidrieras serían figurativas o no. Vila-Grau dio por hecho que, desde el momento en el que la Junta Constructora le encargaba la tarea, al tratarse de su obra más abstracta, esta decisión ya estaba tomada o, cuando menos, aceptada. De esta manera, la primera vidriera que realizó, como si se tratara de un examen de ingreso, fue la de la Resurrección, en el transepto de Pasión. Era prácticamente la única vidriera con un contenido simbólico claro predefinido por el proyecto de Gaudí y potenciado por toda la obra realizada por Subirachs en el exterior. El tema del triunfo de la vida sobre la muerte, la idea de que la semilla se debe enterrar para que dé fruto, supuso la fuente de inspiración que le llevó a concebir la vidriera como el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Sin ser figurativo, el ritmo ascendente de las líneas de los plomos despierta las sensibilidades de aquellas personas predispuestas, que llegan a ver a un Cristo resucitado. Vila-Grau no lo quiso dibujar, aunque en ocasiones ha manifestado su satisfacción al ver que la obra transmite esta intención.
TRADICIÓN Y SUPERACIÓN
Con las vidrieras también resurge el tema recurrente de Gaudí sobre la superación del gótico. Como ya explicamos en un artículo anterior, Gaudí invierte la idea del equilibrio lumínico interior frecuente en las catedrales góticas: en la Sagrada Familia busca un contraste mayor y, por lo tanto, mucha transparencia en lo alto para iluminar las bóvedas, decoradas con cerámicas y pequeños dorados reflectantes, así como una atenuación de la luz en la parte inferior, provocado por el color, que crea un ambiente más dado al recogimiento y la meditación.
El color más denso de la parte inferior también es el más rico en iconografía, y la mayor proximidad con el fiel hace que este lo pueda interpretar mejor. Y es que no podemos olvidar que la función de la vidriera medieval era catequética: recurría a las imágenes para facilitar la comprensión de un pueblo por aquel entonces analfabeto. De esta manera, se utilizaban las diferentes porciones de las que se componía una vidriera como si fuesen una serie de viñetas y se explicaban hechos de la Biblia o temas relacionados con el templo local en cuestión. En la Sagrada Familia no se olvida el contenido iconográfico de cada vidriera, y se pueden leer los nombres de los santos y de los santuarios de cada lugar, pero lo cierto es que todo eso queda en un segundo nivel de relevancia. En cambio, lo que antes era más bien un resultado y no una intención principal, en nuestro templo se ha convertido en la primera función de las vidrieras: la creación de una atmósfera de espiritualidad, un clima repleto de luz en el que los visitantes se sienten cautivados y parte de un universo de colores y de un lugar sagrado, con independencia de sus orígenes o creencias.
El abstractismo presente hoy en dia en gran parte de los edificios sacros catolicos reflejan una neo iconoclastia donde la representacion artistica de personajes sacros desaparece sustituida por simbologias mas o menos compresibles. En este punto hay un contraste evidente entre el exterior y el interior de la Sagrada Familia. El primero es muy rico en representaciones iconograficas en distintos estilos artisticos, iniciando por la esplendida fachada de la Natividad. Mientras que en el interior ha sido reducida al minimo, solo el Cristo crucificado, la Virgen, San Jose y San Jorge.