Un anillo para las instalaciones: compatibilizando el uso y el mantenimiento del templo

En el templo, la prioridad siempre ha sido continuar los trabajos de construcción, centrados por ahora en el levantamiento de las torres centrales. No obstante, a medida que las obras han ido avanzando, han aparecido muchas otras necesidades, y todo lo que ha ido creciendo con el monumento ha llegado a alcanzar una relevancia que no puede obviarse.

Entre estas necesidades se encuentran las derivadas del aumento del número de actos que tienen lugar en el templo y de personas que lo visitan, que, además de comportar cambios en el emplazamiento de algunos departamentos de trabajo con el fin de ofrecer una mejor experiencia a quien viene a conocernos —por ejemplo, el Taller de Modelistas ocupaba tradicionalmente un espacio debajo del templo que ahora está destinado al museo y al espacio expositivo—, nos obligan a contar con más servicios, con las consiguientes vías de cableado de iluminación y de comunicación multimedia o conducciones de agua, y, sobre todo, a reforzar los sistemas de ventilación y climatización.

Sin embargo, a la hora de contabilizar los diferentes usos del templo, nos hemos encontrado con diferentes complicaciones. Por ejemplo, la apertura de un agujero para hacer conexiones o de una trampilla para realizar tareas de mantenimiento en un lugar ya acabado u ocupado por visitantes o asistentes a algún acto era realmente problemática. Asimismo, a la manzana que ocupa el templo llegaba la electricidad por un lado y el agua por el otro, pero ambos servicios debían distribuirse para hacerlos llegar a cualquier punto de la parcela, y estas comunicaciones no siempre estaban hechas ni previstas. A menudo, las conducciones que debían pasar de un lado a otro del templo quedaban a la vista al pasar por el foso del ábside.

Estas complicaciones se acentuaron tras la dedicación de la Basílica, en el 2010, cuando esta se inauguró, debido a que cada vez había más visitantes circulando. Fue entonces cuando comenzó a hacerse evidente y necesaria una galería de servicios que comunicase todo el templo y fuera independiente de los flujos de personas y usos cotidianos.

En aquel momento, además, se estaba trabajando en las obras de la sacristía y de los patios anexos. Este edificio debía acoger oficinas, con las consiguientes necesidades de calefacción, agua, electricidad o cableados para la parte informática, etc., algo que hasta entonces no había sido necesario en el templo. Estas necesidades se resolvieron inicialmente colocando los cables, las conducciones y la maquinaria necesaria en lugares provisionales, pero pusieron de manifiesto que hacía falta reordenarlo y contar con una galería que permitiese la conexión de cualquier elemento para facilitar el acceso a cualquier punto de la manzana sin que esto conlleve afectaciones al uso normal del edificio.

Esta galería debía permitir, no solamente el paso de las instalaciones, sino también el de las personas que se ocupan de mantenerlas. Como se buscaba que fuera independiente del resto de usos, se debía situar bajo el nivel del subterráneo; de esta manera, se evitaban interferencias y se facilitaba la llegada a cualquier ubicación. De este modo, aprovechando que la sacristía y los patios anexos aún estaban en obras, se inició la construcción de una galería de instalaciones con el objetivo de que se convierta, en un futuro no lejano, en un anillo de instalaciones que envuelva todo el templo.


 

 

Y, ¿CÓMO SE CONSTRUYÓ?

Para hacer posible este anillo, por lo tanto, se debía trabajar por debajo del nivel de los subterráneos ya construidos, y eso no era un reto fácil.

En primer lugar hizo falta encontrar un método lo más seguro posible, ya que, cuando se trabaja bajo tierra, el terreno es muchas veces imprevisible y pueden producirse sorpresas. De hecho, este tipo de obras siempre son complejas y hay que ir con mucho cuidado. Por lo tanto, el sistema de excavación no solamente tenía que ser eficiente, sino que también tenía que ser lo más seguro posible para los operarios, para la maquinaria y para todo lo que se encontrase cerca o por encima.

Una vez alcanzado este punto, lo primero que se construyó fue el llamado pozo de ataque, un agujero en vertical hasta la profundidad deseada que permitía introducir todo lo necesario para la realización del túnel. Como la mayor parte del material era muy pesada, fue necesario introducirlo con la grúa.

Uno de los trabajos previos en la excavación fue la construcción de un escudo protector, es decir, una carcasa de vigas y planchas de acero. Este escudo tenía la anchura total del túnel y la longitud necesaria para proteger por debajo la máquina excavadora entera y los trabajadores. A pesar de ello, con la intención de alcanzar la máxima seguridad posible, se quiso que la máquina fuese controlada a distancia; de esta manera, el operario que la manejaba desde detrás quedaba muy protegido y separado a la vez que la excavadora podía trabajar más cerca de la parte frontal. A partir de aquí, se fueron colocando los diferentes pórticos metálicos con unas planchas metálicas entre ellos. Estas planchas hacían al mismo tiempo de protección y de encofrado del hormigón que se volcaba alrededor al final de todo, y que es lo que acabó dando forma y estabilidad al túnel.

Para extraer la tierra que se generaba dentro del túnel, se realizó una combinación de cintas transportadoras y transpaletas para trasladar los sacos de tierra desde la parte frontal del túnel hasta el pozo de ataque. Una vez allí, las tierras se acababan de extraer con la grúa de la obra.

 

 

EN LA MITAD DEL CÍRCULO

En la primera fase de este trabajo se pudo ejecutar la mitad aproximada de este anillo. Hoy por hoy, ya la tenemos terminada desde la sacristía de poniente, pasando por delante de toda la fachada de la Pasión, y llegando hasta la parte inferior de la futura fachada principal.

Por lo tanto, para cerrar el círculo, aún faltará conectar la galería por el otro lado, es decir, el tramo que recorre las calles de la Marina y de Provença, desde la fachada de la Gloria hasta la sacristía de poniente, pasando por delante de la fachada del Nacimiento, de la futura sacristía del lado norte y del claustro de la Asunción. Por lo tanto, habrá que esperar a que concluyan las últimas obras que faltan en el lado norte de la manzana del templo para completar este anillo de servicios y extraer el máximo rendimiento en las operaciones cotidianas de mantenimiento de las instalaciones.


 

 

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