La piedra en la Sagrada Familia: las texturas

La piedra ha sido, y continúa siendo, el principal elemento arquitectónico de la construcción de la Sagrada Familia. Así lo quiso Gaudí y así se ha hecho durante más de 130 años. En este blog hemos hablado en anteriores ocasiones de la procedencia internacional de la piedra de la Basílica, una situación provocada por el cierre de las canteras de Montjuïc, y también nos hemos fijado en la labor de los canteros para aportar textura, de manera artesanal, a los bloques con los que el templo va tomando forma. Sin embargo, en este artículo nos queremos centrar en las principales texturas empleadas en el templo. Y es que la importancia de esta característica en una obra de mampostería de piedra va mucho más allá de una cualidad estética. De hecho, el acabado, lo que vemos cuando miramos un muro o una escultura del templo, está íntimamente ligado con el proceso de elaboración de la piedra, desde que se extrae de la cantera hasta su colocación final.

Tal y como pasa en el dibujo, donde utilizamos lápices diferentes si queremos un trazo grueso o un trazo fino si buscamos más detalle, la textura resultante en cada fase de producción de la piedra queda definida por las herramientas utilizadas en el proceso de labrado. De este modo, cuando trabajamos el bloque en bruto, la textura resultante de una primera elaboración será muy rugosa, más basta. De hecho, a este primer paso lo nombramos «desbaste», ya que es cuando se extraen las partes más gruesas del bloque y se comienza a intuir y afinar la geometría deseada de la piedra.

Una vez desbastado el bloque, el proceso de elaboración variará en función del acabado que requiera el proyecto. En la Sagrada Familia hay tres tipos principales de acabado, utilizados desde el principio de la obra y que no han perdido vigencia. De más a menos rugosos, son los siguientes:

1. Escarfilado. Es la textura más rugosa que podemos encontrar en el templo. En ella el acabado sobresale unos 7-8 cm, o de 3 a 4 cm si lo queremos más plano. Se obtiene abriendo el bloque de piedra con un mazo y perfilando con un cincel ancho. Es una textura con numerosas aristas y cavidades irregulares y con mucha variabilidad, lo que produce un juego de luces y sombras. Estas irregularidades resaltan el volumen y enfatizan el carácter más abrupto de la piedra. La podemos encontrar por todo el templo, especialmente en la cara exterior de la torre central de Jesucristo.

 

2. Apiconado. En este caso, el acabado es menos marcado pero también tiene relieve. La piedra se labra con un puntero y golpeando la superficie de forma más o menos regular. El resultado es una textura apiconada de 5-6 mm de grosor, similar a un grabado punteado. El labrado a puntero lo podemos encontrar en el templo en alféizares y jambas de muchas de las puertas y ventanas.

 

3. Abujardado. Esta textura nos permite un grado de detalle mayor y, por lo tanto, un grano más fino. Recibe su nombre de la bujarda, una herramienta con forma de martillo con puntas en los extremos. El grado de finura del abujardado vendrá definido por el número de puntas, y por tanto de su grosor. Este va desde las dieciséis puntas de un abujardado más fino a un abujardado más basto, para el que se utilizan herramientas de cuatro puntas. El abujardado lo podemos encontrar en paramentos interiores y exteriores, así como en pavimentos y, en general, en las superficies más extensas.

 

Una vez realizado el abujardado y con la pieza totalmente perfilada podemos, ahora sí, llegar a los acabados más finos. Los más habituales son el pulido, el apomazado y el afinado, con un acabado que va del más brillante al más mate, y su uso dependerá del tipo de piedra, ya que no todas aceptan estos acabados. De hecho, dentro del grupo de las areniscas, que es el grupo principal de piedras que encontramos en la Sagrada Familia, solo se pueden pulir las piedras con más dureza y de grano más fino. El resto se tienen que trabajar con piedra tosca, con la que conseguimos un acabado muy fino, pero con poco brillo. Esta textura es el acabado más habitual en los interiores del templo.

Así pues, estos son los principales tipos de texturas que resultan del proceso tradicional de desbaste y acabado que podemos encontrar en el templo de la Sagrada Familia. Evidentemente, y como resultado del avance de la industria de extracción y elaboración de la piedra, hoy en día el desbaste es un proceso totalmente mecanizado que facilita mucho la labor del cantero. De esta manera, el artesano se puede concentrar en el detalle y en trabajar la piedra de una manera u otra en función de la textura que requiera el proyecto, y no tanto en extraer el bloque de la cantera. Eso sí, la piedra sigue siendo piedra, y el oficio de cantero, un oficio noble con siglos de tradición al que la tecnología ayuda a sacar lo mejor de cada profesional, continúa requiriendo de precisión y delicadeza, y, a la vez, de fuerza y técnica.

 

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