La sacristía, modelo de las torres centrales

Quizás alguien podría pensar que las sacristías, los claustros y el resto de construcciones perimetrales del templo son edificios que Gaudí añadió para completar la grandiosidad de la obra. Sin embargo, la verdad es que el arquitecto consideraba estas construcciones ya desde una fase muy temprana del proyecto. En este artículo veremos cómo el papel de las sacristías, una de las cuales se finalizó en diciembre del 2016, pasa a ser fundamental para la culminación de la Basílica.

En 1917, la revista del templo publicaba un plano en planta en el que se aprecia que Gaudí ya tenía en mente cada detalle de los edificios de ambas sacristías del templo, simétricas y situadas en la calle de Provença. A pesar de que pronto esta planta quedó muy superada (Gaudí transformaba el proyecto poco a poco), si nos fijamos detenidamente en el ángulo de la sacristía ya se pueden observar una serie de detalles que nos transmiten unas voluntades del arquitecto que permanecerán e influirán en el proyecto definitivo del templo.

Lo más importante es que, en aquella versión, ya se detecta un espacio central, cuadrado, definido por una columnata perimetral y, alrededor, una corona de dependencias de diferentes dimensiones. Realmente se trata de un antecedente del espacio que finalmente definirá para las sacristías: central, desarrollado en altura, delimitado por ocho columnas y cubierto con un hiperboloide que permite la entrada de luz cenital.

En los planos en alzado se observa que Gaudí ideaba la sacristía con un cuerpo central más elevado, con un segundo nivel de ventanales y frontones y rematada por una aguja, todo ello dentro de su estilo neogótico particular. Es como si la sacristía tuviese un gran cimborrio, o como si toda ella se identificase como un gran cimborrio.

Las fotografías que se conservan de las maquetas de yeso de la sacristía con las que trabajaba Gaudí cuando tenía presente esta versión neogótica permiten ver muy bien este paralelismo formal entre su propuesta inicial de remate de la sacristía y un cimborrio gótico típico.

En ellas se ve un conjunto de cubiertas que recorren los ventanales, que al mismo tiempo definen la planta cuadrada. Del centro emerge el cuerpo más elevado que, como si de un cimborrio se tratase, se alza y hace de linterna del supuesto espacio central.

De todos modos, en fotografías posteriores se observa que la sacristía ha transformado sus cubiertas. Estas tienen ahora una forma mucho más cupular, pero el cimborrio central, neogótico, se mantiene como en la primera versión.

Esta relación entre sacristía y cimborrio que Gaudí comienza a establecer cuando diseña la primera llegará a estrecharse posteriormente hasta las máximas consecuencias. Gaudí irá evolucionando las cubiertas de la sacristía hacia formas cupulares hasta llegar a la magistral cúpula de paraboloides.

Cuando se actualiza aquel mismo alzado, podemos ver que Gaudí propone para las sacristías unas cúpulas altísimas, tanto que casi llegan a igualar en altura a los pináculos del ábside. Este nuevo perfil se contrapone claramente con el perfil del cimborrio neogótico del proyecto anterior. Finalmente, la maqueta definitiva de yeso, de gran detalle, bajará un poco la altura del edificio, pero detallará un terminal de la cúpula que servirá de linterna y reforzará la idea original de Gaudí de conseguir un espacio central de elevación repleto de luz dentro del edificio. Las bóvedas interiores con un gran hiperboloide central para el paso de luz, y los grandes ventanales como rosetones elípticos y circulares en la primera planta, son una muestra clara de esta voluntad.

Esta nueva geometría descubierta, que tan satisfecho lo dejó, es la que quiso que se convirtiese, por transformación en altura, en la nueva forma de las torres o cimborrios centrales.

 

 

Isidre Puig i Boada, discípulo de Gaudí y autor de los libros que recogen sus frases y voluntades con respecto al proyecto del templo, expone en diversas ocasiones la plena relación entre la sacristía y los cimborrios, unas relaciones que no son solo formales, sino que resultan en parecidos estructurales y simbólicos. En este sentido, la sucesión de cúpulas bajas que culmina con los cimborrios, máximo ensalzamiento del templo, es muestra de la unidad de su plan general, y de ahí la presencia de color en todos sus terminales que, con la vibración de la luz y los reflejos, unen la obra con el cielo.

 

 

De este modo, el recorrido en el diseño de la sacristía y el hecho de concebirla como una especie de cimborrio, hace que nos demos cuenta de que no deja de ser un hecho premonitorio de lo que más adelante indicaría Gaudí. Hoy en día, para nosotros, la experiencia de la construcción de la cúpula de la sacristía antes de los cimborrios centrales, como quería Gaudí, también nos ha servido de ensayo previo en geometría, estructura y método constructivo de lo que después serían las futuras grandes torres del templo. De hecho, aunque cuando trabajábamos en la sacristía todavía no hablábamos de piedra tesada, sí que concebimos un embrión del futuro esqueleto estructural principal, una manera de modular y subdividir para organizar la producción y facilitar el control de todos los procesos, iniciamos la experiencia constructiva de trabajar con paneles prefabricados en el centro de trabajo externo de Galera, y aprendimos a superar las dificultades de su transporte y elevación, así como las de los sistemas de marcado y colocación en el escenario provisional, en Galera, y en el definitivo, en la obra del templo.

 

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