El arquitecto debe saber aprovecharse de lo que los operarios «saben hacer» y «pueden hacer». Se debe aprovechar la cualidad preeminente de cada uno. Esto es: integrar, sumar todos los esfuerzos y ayudarles cuando no consigan avanzar; así trabajan a gusto y con la seguridad que da la plena confianza en el organizador. Además, cabe recordar que no hay nadie inútil, todo el mundo sirve para algo (aunque no todo el mundo tenga la misma capacidad). La cuestión es descubrir para qué sirve cada uno.
Antoni Gaudí
Bergós, Joan. Conversaciones de Gaudí con J. Bergós, pág. 172
A pesar de que la figura de Gaudí destaca y aglutina todos los elogios de unas obras geniales, reconocidas y valoradas desde todos los puntos de vista, seguramente no hubiesen sido posibles sin la colaboración de todo un equipo completo y pluridisciplinar de personas que con el tiempo han acabado quedando en un segundo plano, y entre las que se encuentran muchos artesanos.
En este sentido, la Casa Vicens, la primera obra significativa de Gaudí, ya es una muestra de combinación de oficios tradicionales. Además de destacar por la cerámica, también merece una mención especial el trabajo de forja; buenos ejemplos de esta técnica son las barandillas de los balcones y la reja con la hoja de palmito como módulo que recubre todo el cierre. En el interior, el arte aparece en la ebanistería de la madera policromada y en los techos que hacían los artesanos yeseros.
Por lo tanto, con este artículo pretendemos revalorizar la labor de algunos de los expertos de los que se rodeó Gaudí para la realización de los trabajos más artesanales, tanto en la Sagrada Familia como en otros de sus trabajos más reconocidos (somos conscientes de que, por falta de espacio, quedarán por citar muchos nombres y tareas artesanales) y, de esta manera, hacer énfasis, como el propio Gaudí, en que los buenos resultados son fruto de la colaboración, en que todo el mundo es capaz de aportar algo y que el organizador tiene la responsabilidad de ver en qué es buena cada persona.
ESCULTURA: MATAMALA, MANI Y LLIMONA
Cuando Gaudí era estudiante, trabajó con Josep Fontserè en el proyecto del parque de la Ciutadella. El escultor Joan Flotats i Llucià también trabajó en dicho proyecto, y resulta lógico pensar que se podrían haber conocido entonces. Flotats fue discípulo de los reconocidos hermanos escultores Agapit y Venanci Vallmitjana, y fue quien esculpió la anunciación de la clave de bóveda de la cripta de la Sagrada Familia.
Llorenç Matamala i Piñol fue el yerno de Flotats y uno de los mejores amigos de Gaudí. Ya trabajaron juntos en el proyecto del parque de la Ciutadella, pues era discípulo de Flotats, y después se convirtió en amigo inseparable de Gaudí. Dirigió el equipo de escultores de la Sagrada Familia que realizó gran parte de los conjuntos escultóricos de la fachada del Nacimiento. Es suyo incluso el san Jorge de la fachada de la Casa Botines de León. El hijo de Llorenç Matamala, Joan Matamala, continuó la obra de su padre y completó el conjunto escultórico de la fachada del Nacimiento.
A la izquierda, el apóstol Bernabé, para quien hizo de modelo Llorenç Matamala; a la derecha, el apóstol Mateo, autorretrato de Joan Matamala.
Entre los escultores que colaboraron con Gaudí, también podemos citar a Carles Mani, a quien Gaudí escogió poco después de haber visto su obra Los degenerados. El espíritu de trabajo en equipo hace que no se pueda discernir con claridad qué obra pertenece a Mani en la fachada del Nacimiento, ya que colaboraba con los Matamala, pero lo que sí se sabe es que, bajo la dirección de Gaudí, realizó el crucifijo que presidía el oratorio de la Casa Batlló. Este crucifijo lo adquirió después el museo de la Sagrada Familia, y sirvió de modelo a Francesc Fajula para realizar el Cristo que actualmente preside el altar mayor de la Basílica.
Gaudí fue padrino de bodas de Carles Mani y Antònia Bonay en 1907, en la propia cripta de la Sagrada Familia, lo cual supone una buena muestra de la magnífica relación que había entre ambos, del mismo modo que también lo es el hecho de que Mani viviese en la misma casa del Park Güell en la que después vivió Gaudí. También trabajó en el encargo de una Virgen del Rosario para la fachada de la Pedrera que finalmente no se llegó a construir por el temor del propietario tras la Semana Trágica de Barcelona. Al enviudar en 1911, la mujer de Mani donó toda la obra de su marido a la Junta Constructora del Temple Expiatori de la Sagrada Família.
Otro escultor que colaboró con Gaudí fue Josep Llimona i Bruguera, quien también se formó en los talleres de los hermanos Vallmitjana. Junto con su hermano pintor Joan, fundaron el Cercle Artístic de Sant Lluc, una entidad de convicciones religiosas conservadoras en la que también estaba asociado Antoni Gaudí. En el cuadro de Joan Llimona que todavía se puede ver en la iglesia de Sant Felip Neri, a la que iba Gaudí cada tarde, se puede observar que fue el arquitecto quien sirvió de modelo para la figura del santo.
Josep Llimona, de reconocido prestigio entre los escultores de la época, realizó el santo Cristo resucitado para el proyecto de Gaudí en Montserrat, el cual parece que vuele sobre la cueva en la roca que sirve de sepulcro. También llevó a cabo un retablo de la sagrada familia para la Casa Batlló que hoy podemos ver en nuestra cripta presidiendo el altar mayor, así como en la capilla del Santísimo en la Basílica. También es suyo el santo Cristo de la capilla de la cripta en la que está enterrado Josep Maria Bocabella.
MADERA: EL ORIGEN DE TODO
Se sabe que el conde Güell se interesó por Gaudí gracias al gran trabajo realizado por el arquitecto en un mueble de madera con aplicaciones de metal. De hecho, fue así como se conocieron el Sr. Güell y Gaudí. La pieza en cuestión era una vitrina que la Guantería Esteban Comella envió a la Exposición Universal de París de 1878. La había elaborado con la colaboración de Eudald Puntí, maestro carpintero que tenía su taller al lado del obrador de escultura de Llorenç Matamala.
En el taller de Puntí, Gaudí también realizó los diseños de las farolas metálicas para la plaza Reial y el Palacio Güell. En esta última obra, además, elaboró los artesonados, las puertas y otros elementos decorativos del comedor. El trabajo con maderas nobles muy variadas (eucalipto, haya, roble, nogal o ébano, entre otras) y de una calidad excepcional es muy detallado, e incluso aparece en las zonas más secundarias.
No obstante, en el caso de la Sagrada Familia destaca la colaboración de Joan Munné Seraní, que era un carpintero y fabricante de muebles que colaboró con Antoni Gaudí en diversos proyectos, como la Colonia Güell o la Casa Batlló. Debía de ser de su máxima confianza, pues es uno de los artesanos que se llevó para los trabajos fuera de Cataluña, como la Casa Botines de León. Para la cripta de la Sagrada Familia realizó los bancos, el confesionario, el púlpito y los muebles de objetos y ornamentos litúrgicos actualmente reconstruidos y expuestos en la sacristía del templo.
FORJA: EL CONOCIMIENTO HECHO COLABORACIÓN
Gaudí, que ya tenía un gran conocimiento del hierro y del latón porque su padre y sus abuelos habían sido caldereros, alternó una gran variedad de técnicas y materiales dentro de la rama del metal, como el hierro forjado, el hierro fundido, el hierro colado o el latón. Joan Oñós es el artesano de este campo al que se atribuye la forja de los muebles originales de la sacristía, así como la reja que protege la base de la columna con la genealogía de Jesús en la fachada del Nacimiento.
Por su taller pasaron como aprendices y se formaron como expertos los hermanos Badia Miarnau, Josep y Lluís, y el Palacio Güell, una de las primeras obras de Gaudí, resultó el punto de contacto de estos con el maestro. El trabajo de forja realizado por ellos allí, junto a Joan Oñós y Salvador Gabarró, es abundante y destacable. Los cuatro se convirtieron en forjadores de confianza de Gaudí, lo cual queda patente en el hecho de que el maestro se llevó a Oñós a León para realizar trabajos en la Casa Botines.
Entre otros diseños destacables de Gaudí realizados en el taller de los hermanos Badia, ubicado en la calle de Nàpols, salieron piezas como las barandillas de los balcones de la Pedrera, y la reja de entrada y el escudo heráldico del Palacio Güell.
Otro ejemplo excepcional del trabajo con forja es el dragón que hace de puerta de la finca de los Güell en Pedralbes. En este caso fue realizado por el taller de cerrajería Vallet i Piqué de Barcelona, y podemos ver cómo combina con elementos industriales de cerrajería común. De este modo, tras una vista alejada ya de por sí impresionante, si uno contempla el dragón de cerca sabrá reconocer piezas comunes en el montaje de máquinas y motores, así como elementos de la industria siderúrgica como tornillos, resortes y arandelas.
CERÁMICA: LOS RESTOS PARA REALIZAR EL «TRENCADÍS»
En la fábrica Pujol i Bausis de Esplugues de Llobregat, «La Rajoleta», como se conocía popularmente, se realizaron piezas diseñadas por los mejores arquitectos y diseñadores del momento, como Domènech i Montaner, Puig i Cadafalch o Enric Sagnier y, cómo no, Antoni Gaudí, en colaboración con Pau Pujol, el hijo del fundador de la fábrica.
En la Casa Vicens, para justificar los azulejos por toda la fachada y todo el interior, se dice que el promotor Manel Vicens era un hombre de bolsa que tenía una fábrica de azulejos. Pero lo cierto es que en El Capricho, de la misma etapa primeriza de Gaudí, ya aparece un uso muy similar de la cerámica. En el caso de la Sagrada Familia, Gaudí, utilizó diversas piezas cerámicas para los terminales de los campanarios de Nacimiento, como, por ejemplo, las piezas cerámicas que forman el lema «Hosanna Excelsis». De todos modos, los colores más vistosos los realizó mediante trencadís de vidrio veneciano.
Gaudí utilizó azulejos de diferentes procedencias, pero los producidos por la fábrica Pujol i Bausis realizaron un papel especial: los utilizó para revestir las chimeneas y algunas partes interiores del Palacio Güell, aunque adquirieron su máxima vigorosidad con la técnica del trencadís, especialmente aplicada en el Park Güell. Se dice que Gaudí y Josep Maria Jujol iban a recoger restos de cerámica descartados a una pila de escombros cerca de la fábrica. Aquellas piezas destonificadas que desechaban los expertos son las que más les atrajeron y, hoy en día, están en el banco ondulado que corona la Sala Hipóstila.
Autor de la fotografía de encabezado: Pau Audouard. Institut Municipal de Museus de Reus.