El frontón de la fachada de la Pasión: la victoria de Jesús sobre la muerte

Antoni Gaudí quería que la Sagrada Familia fuese como una gran Biblia de piedra. Por eso dotó cada espacio del templo de la simbología más adecuada y representativa. En este sentido, convirtió las tres fachadas de la Basílica en los tres momentos más trascendentales de la vida de Jesús: el nacimiento, la muerte y la resurrección, y la gloria.

LA FACHADA DE LA PASIÓN

Gaudí concibe la fachada del Nacimiento y la de la Pasión como elementos completamente diferentes entre sí, tanto en su significado simbólico como en su plástica y expresividad. En una ocasión, alguien le sugirió que comenzase la obra por la fachada de la Pasión, mirando hacia Barcelona, ya que la del Nacimiento quedaba de espaldas. Pero Gaudí lo sopesó y, con su respuesta sobre la no conveniencia de la propuesta, estaba pronosticando que a la gente común no le gustaría la fachada de la Pasión. La preveía muy severa, en consonancia con el gran drama del calvario, y, de este modo, no animaría a captar limosnas para garantizar la continuación de las obras. Así lo recogía Isidre Puig Boada en El pensamiento de Gaudí:

Puede que alguien encuentre esta fachada demasiado extravagante, pero yo querría que llegase a dar miedo y, para conseguirlo, no escatimaré en el claroscuro, los elementos salientes y los vaciados; todo lo que resulte en el más tétrico efecto. Es más, estoy dispuesto a sacrificar la propia construcción, a romper arcos o a cortar columnas, con tal de dar una idea de cómo es de cruento el sacrificio.

En contraste con la alegría de la Navidad, con las flores, los pájaros, las formas suaves y redondeadas y las gotas e hilillos de nieve de la fachada del Nacimiento, Gaudí quiso simbolizar la muerte y la resurrección representadas en la fachada de la Pasión a través de un aire tenebroso que expresase la crueldad de las últimas horas de Jesús. Los doce grupos escultóricos que describen las horas que discurren entre la última cena y la resurrección de Jesucristo fueron encargados al escultor Josep Maria Subirachs, quien, con su estilo personalísimo, les imprimió exactamente este carácter anguloso y dramático que deseaba Gaudí. El porche de entrada está formado por seis columnas inclinadas y desnudas ante la fachada, que sostienen una cornisa sobre la cual Gaudí proyectó otro espacio porticado en forma de frontón o porche superior. Los dieciocho pilares en forma de hueso que lo componen simbolizan a los muertos y generan un espacio cubierto con el que Gaudí representa el seno de Abraham.

Gaudí coloca en el porche superior de la fachada de la Pasión a quienes caminan hacia la resurrección: los patriarcas de un lado (comenzando por Adán y Eva), y los profetas del otro, cuyos nombres esculpió Subirachs en el muro posterior. Todos confluyen de manera ascendente hacia el centro en la vidriera de la resurrección, que se ve desde la calle como telón de fondo. Finalmente, este frontón queda coronado por tres acroterios, símbolos de la victoria de Jesús sobre la muerte; uno en el centro y dos en los extremos.

Los acroterios son elementos decorativos característicos de la arquitectura griega y romana que se colocaban en la parte más alta o en los extremos de un frontón triangular. Gaudí, inspirado por la arquitectura clásica, proyectó el nártex superior de la fachada de la Pasión como un frontón con un acroterio coronando cada vértice. En el central, una cruz con ángeles situada a cuarenta metros de altura, expresión de triunfo de la caridad y el amor sobre el martirio y la muerte. En los extremos, dos representaciones de Jesús recogidas en el Antiguo Testamento: a la izquierda, el León de Judá, el cual venció a la muerte; y, a la derecha, el cordero o carnero de Abraham, que se entregó para el sacrificio.

La fachada de la Pasión está prácticamente finalizada, a excepción de estos tres acroterios del frontón y del sepulcro vacío. La cruz y los ángeles todavía se encuentran en proceso de diseño y producción.  Las esculturas del león y el cordero, en cambio, están más avanzadas, aunque en esta última todavía se están realizando algunos pequeños cambios. La colocación de ambas piezas, sin embargo, es inminente.

 

LA ELABORACIÓN DE LAS ESCULTURAS: DE LA ROBÓTICA A LA ARTESANÍA

El escultor Lau Feliu ha recibido el encargo de la Junta Constructora de esculpir las figuras del León de Judá y el cordero. El artista ha seguido un proceso en constante evolución y en contacto permanente con el arquitecto director, Jordi Faulí, y el jefe de proyecto, el arquitecto Xisco Llabrés, para valorar los avances en todo detalle y sugerir la mejor expresión, colocación y encaje en el entorno existente, tomando siempre en consideración tanto los textos bíblicos como la voluntad descrita de Gaudí. De este modo, todo comenzó con unos pequeños esbozos tridimensionales que Feliu realizó en fango a escala 1:25. Después aumentó el detalle al pasar a trabajar a escala 1:10. Finalmente, elaboró los modelos en fango a escala 1:3.

De estos modelos en fango se han extraído unos moldes de yeso que, al llenarlos, han permitido obtener unos modelos idénticos pero de yeso, mucho más apto para el trabajo. Estos nuevos modelos de yeso a escala 1:3 son los que se han escaneado para obtener los modelos tridimensionales, los cuales se pueden visualizar en el ordenador con todo el conjunto de la fachada que ya tenemos modelado en las oficinas. Para pasar del yeso a la piedra y a la escala natural, se ha aprovechado este último modelo virtual para realizar un desbastado del bloque mediante un robot (es decir, un primer vaciado), hasta llegar a poco más de un centímetro de la superficie definitiva. De este modo, el escultor, que aporta la textura final a la escultura a mano, se ha encontrado con todo el trabajo sucio ya realizado y ha procedido directamente al acabado de superficies y texturas, la parte más artesanal y artística.

La piedra utilizada para la elaboración de las dos esculturas es granito del Tarn, procedente de la región francesa de Tarn. Esta piedra ya se había utilizado en la construcción de las columnas y la crestería del cimacio.

LA SIMBOLOGÍA DEL LEÓN Y EL CORDERO

Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham, tuvo doce hijos, jefes de las doce tribus de Israel. Justo antes de morir, Jacob quiso darles la bendición y, al mismo tiempo, aunque Judá no era el primogénito, Jacob le otorgó el cetro de mando y lo prefiguró como a un león. De esta manera el León de Judá se convirtió en el símbolo de la tribu de Judá, de la que descienden los reyes David y Salomón y, mucho después, también Jesús de Nazaret, el Mesías según la genealogía de san Mateo.

Para las tradiciones judía y cristiana, el León de Judá representa la figura del Mesías, el cual se esperaba que fuese hijo descendiente del rey David; por este motivo, el cristianismo utiliza el término León de Judá para representar a Jesús de Nazaret.

En el cristianismo, el cordero representa a Jesús, quien se ofrece en sacrificio por los pecados de los hombres a la imagen y semejanza de lo que se relata en el Génesis, que describe cómo Dios ofrece a Abraham un carnero que este encuentra atado por los cuernos a unos matorrales. De este modo, después de ponerle a prueba, Dios evita, en el último momento, el sacrificio de Isaac, hijo de Abraham.

Comentarios

  1. Sigo con gran atencion la construccion de la Basilica de la Sagrada Familia. Es el monumento cristiano actualmente en construccion mas monumental, fruto del genio de un santo arquitecto. Es un motivo de alegria y de esperanza la concrecion de esta obra, plena de simbolismo, inspirada en las Sagradas Escrituras y la mas pura tradicion cristiana. Mis augurios a todas las personas que trabajan en esta «Ciudad de Dios». A proposito, esplendidas esculturas. Me gustaria que Pallarols realizara alguna que se integre a esta sinfonia de piedra.

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