Cuando la Sagrada Familia esté finalizada, en el 2026, contará con un número de torres inusual para una basílica: dieciocho. Seis de ellas serán las torres centrales que estamos construyendo actualmente, mientras que el resto serán las torres campanario, cuatro de las cuales corresponderán a la fachada de la Gloria, pendiente en este momento de ejecución. Sin embargo, la manera en la que se han ido realizando las torres del templo es diferente porque su construcción siempre ha estado vinculada con el momento en el que se estaban alzando. De hecho, se podría decir que hay dos puntos clave que condicionan su construcción: la tecnología del momento y los recursos económicos de los que se ha dispuesto en cada época.
En el caso de las torres de la fachada del Nacimiento, por ejemplo, la construcción duró alrededor de cuarenta años, y en el transcurso de este tiempo se produjo un cambio de sistema y materiales. En aquel momento el método constructivo más habitual para una obra como esta era el de colocar piedra sobre piedra y, una vez se iba cerrando cada elemento, se rellenaba con mampostería, es decir, con piedra irregular mezclada con mortero de cal. Este método era antiguo, y lo era todavía más en el caso de las torres, dada su altura.

La proximidad de Gaudí con el conde Güell, que fue el fundador de la primera fábrica de cemento de Pórtland de España, permitió que se convirtiese en uno de los primeros arquitectos que tuvo este material a su alcance. Por este motivo, aunque la construcción del templo se había comenzado con la mencionada técnica tradicional que ya venía de los romanos, la gran duración de la obra permitió un cambio de técnica y de materiales a lo largo de los cuarenta años de construcción hacia el uso del cemento y el hormigón armado.
De hecho, en el caso de las torres de la fachada de la Pasión, que se finalizaron hacia 1977, después de veinte años de trabajo, ya se utilizó el cemento de Pórtland en su totalidad, si bien en los grandes volúmenes, especialmente en las partes bajas, no se dejó de rellenar con mampostería, una mampostería, eso sí, que sustituía la cal por cemento de Pórtland. Las zonas que debían ser armadas fueron condicionadas por la situación económica del momento, combinada con un elevado precio del acero. Por esta razón, especialmente en el caso de los cimientos de esta fachada, se recurrió a una donación de Renfe de unos cuantos kilómetros de carriles de vía de tren, que se aprovecharon para realizar todas las estructuras interiores. Más adelante, y de manera especial en los terminales, se utilizó el acero de armar con la particularidad de que, si bien el que se utiliza hoy en día es el corrugado, este era liso.
Después de finalizar las torres de la fachada de la Pasión, y antes de iniciar los cimborrios centrales, se comenzaron a utilizar los primeros armados de acero corrugado inoxidable. Los primeros se colocaron en el interior de los prefabricados de las naves, ya que el acero inoxidable los protegía de la oxidación que les podía provocar el hecho de estar muy expuestos a la intemperie. De todos modos, este primer acero inoxidable no era estructural, como sí lo es en las torres centrales.
De hecho, es hacia el año 2014 cuando la construcción de las seis torres centrales se empieza a llevar a cabo. Y aunque inicialmente se había planteado una estructura metálica que soportase la piedra, se terminó por decidir que fuese la propia piedra la que aguantase parte de la carga. Por lo tanto, es en este momento en el que se plantea un sistema de plafones de piedra tesada, una técnica que consiste en agujerear la piedra maciza que formará el conjunto del panel. Una vez que se han colocado las piezas de piedra, una sobre otra, se atraviesan con unas barras de acero que después se tensan con el objetivo de formar un conjunto muy rígido. Previamente a la colocación de estos paneles, se montan unas columnas de acero inoxidable de alta calidad dispuesto de una forma que denominamos «mixta», porque una parte de la estructura es laminada y la otra es de acero corrugado. Como técnica constructiva se puede considerar que el hecho de volver a tener la piedra como elemento protagonista hace que, en cierto modo, el resultado sea el tradicional: de piedra vista y maciza al mismo tiempo. Todo esto ha sido posible gracias a la aplicación de las últimas tecnologías en el ámbito estructural, de fabricación, exactitud y calidad. Esta técnica permite realizar esta parte del templo con gran rapidez; de hecho, se prevé que las cinco torres, exceptuando la de Jesucristo, estén acabadas a mediados del 2021.
Finalmente, en estos momentos ya se trabaja con el proyecto de la fachada de la Gloria, tanto a nivel de diseño como constructivo y, teniendo en cuenta los resultados actuales, todo apunta a que la técnica que predominará en la construcción de las torres de esta fachada será la de la piedra tesada con una cantidad de acero muy baja, debido especialmente a las formas arquitectónicas. El resultado final será muy parecido al de las torres centrales, en las que la piedra que quedará vista también tendrá función estructural. De todos modos, la gran diferencia será la diversidad de tipos de agrupación de las piedras, que no será tan homogénea en este caso como lo es en las torres del cimborrio. En el caso de la duración de su construcción, también se prevé que pueda ser muy rápida y que, desde el momento en el que se inicien, se construyan en cinco años.