La piedra es el principal elemento arquitectónico de la Sagrada Familia. Lo ha sido desde que se iniciaron las obras, bajo la dirección del primer arquitecto del templo, Francisco de Paula del Villar. Cuando Gaudí se hizo cargo de este trabajo, en 1883, se continuó utilizando este material como elemento protagonista. En aquel momento, la piedra venía de Montjuïc, la montaña de la ciudad de Barcelona, pero, tras la incorporación de Gaudí al proyecto, empezaron a utilizarse también otras piedras, procedentes de hasta siete canteras, todas relativamente cerca de la ciudad. No obstante, el cierre de las canteras de Montjuïc obligó a buscar piedras en todo el mundo. El objetivo era encontrar una piedra que compartiera las características de la local, tan particular en cuanto a la calidad y al cromatismo. Ninguna de las que se encontraron resultó ser del todo idéntica, por lo que la Sagrada Familia tuvo que recurrir a una combinación de piedras para construir las torres centrales simulando la variación de colores de la de Montjuïc. Desde entonces, se han utilizado hasta sesenta tipos de piedra diferentes de cuarenta canteras repartidas por Europa, Asia, África y América del Sur. Y muchas de ellas, al salir de la cantera, tienen un primer destino: el taller que la Sagrada Familia tiene en Les Borges Blanques (Les Garrigues).
En esta localidad se encuentra, de hecho, lo que se podría considerar el kilómetro cero del trabajo que se realiza con las piedras con las que se construye el templo. Y es que este taller es un espacio con una superficie equivalente a dos campos de fútbol en el que se reciben las piedras de todo el mundo, se hacen los controles de calidad y se cortan en planchas o bloques más pequeños que, después, se envían a los industriales para que les den el volumen y la forma finales. Estas piedras pasan posteriormente al centro de trabajo externo de Galera, donde se lleva a cabo el premontaje de las distintas piezas. La Basílica y la colocación en el propio templo ponen el punto final a este recorrido. El taller de Les Borges Blanques es, pues, una parte fundamental para poder asumir el ritmo actual de las obras y cumplir con la fecha de finalización de la Sagrada Familia, prevista para el 2026, así como para garantizar el nivel de calidad exigida para este monumental proyecto.
El taller de Les Borges Blanques empezó a funcionar a finales del 2012. Antes, la recepción, el control de calidad y el corte de las piedras se hacía en el taller de una empresa situada en Vinaixa (Les Garrigues). Sin embargo, este espacio se quedó pequeño cuando llegó el momento de abordar el proyecto de las torres centrales del templo, en construcción desde finales del 2016, y el traslado del servicio permitió contar con una capacidad mayor para hacer la primera intervención con la piedra. De este modo, el espacio al aire libre dedicado al almacenamiento de la piedra, ampliado el pasado mes de octubre con un área nueva de 1.800 m2, tiene capacidad para 9.000 m3 de piedra. A día de hoy, hay almacenados 8.000 m3, procedentes de 36 canteras diferentes. Este año llegarán 4.300 m3, el equivalente a 11.500 toneladas. Para transportar todo este volumen, serán necesarios 500 camiones. El año pasado, llegaron al taller de Les Borges Blanques 1.000 camiones con 7.500 m3 de piedra.
UN CENTRO ÚNICO EN EL MUNDO DE LA CONSTRUCCIÓN
Lo primero que se hace con los bloques de piedra cuando llegan al taller es almacenarlos en una de las áreas que hay al aire libre. Después, se llevan a una de las naves en las que se analiza la resistencia a la compresión y la flexión de cada bloque. Para hacer esta prueba, se extrae un pequeño cilindro de todas y cada una de las piezas. Con esta prueba, se clasifica la piedra y, en función de sus características, se decide cuál es su ubicación más idónea en el templo. En otra nave, estos bloques, irregulares, se cortan en planchas más pequeñas. Para hacerlo, se dispone de ocho máquinas de corte con hilo diamantado. Los bloques deben tener dos caras completamente paralelas, y en el corte solo puede haber una desviación de 3 milímetros como máximo, una tolerancia al error muy pequeña que solo puede salvarse con máquinas de corte de precisión como la de hilo diamantado.
Entonces, se envían las planchas desde este centro de trabajo a los diferentes talleres de industriales que colaboran con el templo y que le darán la forma final. De hecho, se marca en estas planchas la ubicación concreta de la pieza en la que se deben colocar para asegurarse de que se ponen en el lugar correcto. El taller logístico de Les Borges Blanques, a pesar de encontrarse a 150 kilómetros de la Sagrada Familia, está totalmente integrado en la cadena de trabajo y en los espacios que hacen posible la construcción de la Basílica. Además, es una singualridad en el mundo de la construcción, ya que, a pesar de existir otros talleres en los que se elabore piedra con máquinas parecidas a las que se emplean aquí, el hecho de que este funcione en realidad como un centro logístico es más bien una excepción en el sector. Hecho que refuerza la propia excepcionalidad de la construcción de la Sagrada Familia.